Propósito de año nuevo #127: ¿tomar terapia?

Ilustración: Mark Conlan 

Propósito de año nuevo #127: ¿tomar terapia?

Ilustración: Mark Conlan
Ilustración: Mark Conlan

Para la mayoría de las personas, enero viene cargado por antonomasia de un ánimo entusiasta por cumplir una kilométrica lista de ambiciosos propósitos de año nuevo. Esta lista a su vez está motivada usualmente por algo que nos alarmó en un inicio: la imagen de una barriga flácida en una fotografía, ver cómo nuestros colegas viajaban de lo lindo mientras uno sudaba la gota gorda para ahorrar dinero extra al final del mes, o una salud mermada que nos lleva a resolver que éste es EL AÑO definitivo para dejar de fumar, y así, vemos cómo el 2 de enero la Capilla de los Juramentos resulta insuficiente para albergar al centenar de personas que acuden a formalizar el compromiso consigo mismos.

 

Por desgracia, esta intensa oleada de energía decembrina fácilmente se desmorona con el transcurrir de las semanas y, con frecuencia, para el cuarto mes del año se quedan en el olvido las cosas prometidas o se piensan en ellas de forma constante sin hacer realmente algo al respecto, todo esto para terminar parados nuevamente el 31 de diciembre en un bucle de propósitos reciclados: aplicarse ahora sí para perder peso, ahora sí comer menos chatarra y más sano, ahora sí cumplir la promesa de ser un maestro zen, etc.

 

“Un hombre que ve el mundo a los 50 igual que a los 20, ha perdido 30 años de su vida».  [Muhammad Ali]

Si bien el adquirir una membresía en un gimnasio está dentro del top 10 de metas a cumplir, el invertir en el bienestar psicológico no está considerado de una forma estructurada más que la del ya repasado “prometo no hacer corajes”. En este sentido, llama la atención que por lo menos la mitad de nuestros propósitos de año nuevo tengan que ver directamente con el componente psicológico (por ejemplo, un manejo inadecuado de la ansiedad deviene en antojo por los alimentos dulces y tiene como resultado nada más ni nada menos, que la propensión a subir de peso) y, paradójicamente, sea justo la salud psicológica la que queda relegada con frecuencia a un telón de fondo que uno no quiere ni tocar por el miedo de abrir una suerte de caja de Pandora.

 

 

Ilustración: Cinismo Ilustrado
Ilustración: Cinismo Ilustrado

Pero, ¿por qué nos da tanto repele el considerar la psicoterapia como un puente para lograr nuestros objetivos?

 

Para empezar, no es ninguna novedad que vivimos en una sociedad que todavía castiga con el látigo del desprecio a quien se muestra vulnerable o con incertidumbre de cómo manejar su vida, resultando en que la necesidad de recibir orientación psicológica esté ligada con el estigma sociocultural de que uno no puede hacerse cargo de sí mismo y por eso va con alguien que le diga qué hacer.

 

Derrumbando mito #1: la psicoterapia no consiste en ser sermoneado por todo lo que marcha mal en tu vida en boca de un inmaculado profesional que te dará un manual “arregla-vidas” para cumplirlo al pie de la letra. Al contrario, implica un compromiso activo de tu parte en donde te tocará hacer el 70% de la chamba y por tanto, la expectativa de cambio dependerá del nivel de compromiso que tengas para trabajar dentro y fuera del consultorio. ¿Te das cuenta de cómo el manejo de tu vida está contigo en todo momento?

 

Platicando con un amigo al respecto, él señalaba que una persona promedio ha ido por lo menos una vez con un médico por una gripe o cualquier otro malestar y tiene ya una clara expectativa sobre el servicio que obtendrá. Sin embargo, cuando se trata de un malestar que se presume “no orgánico» o «no tangible” la cosa se hace difusa porque, ¿cómo saber cuando mi problema es lo suficientemente malo o lo suficientemente grande como para pedir apoyo profesional?

 

Derrumbando mito # 2: No tienes que pasarla terrible ni estar al borde de la muerte para ir a terapia. Si bien nuestros familiares y amigos son una fuente de apoyo importante, es bueno hablar con alguien que tenga una perspectiva fuera de la caja y pueda ofrecernos su opinión profesional al respecto. Piénsalo, además de todo es mucho más sencillo ordenar nuestras ideas cuando no se está en medio de una crisis. Por ejemplo, yo he asistido por temporadas a terapia y llegó un punto en que dejé de verlo como un espacio en donde tenía que llevar religiosamente un problema en cada sesión para empezar a asimilarlo como un ejercicio de mantenimiento tal cual mi práctica de yoga: a través de diferentes vías me permiten construir día con día la tranquilidad emocional que quiero esté presente en mi vida. Y vamos, la terapia no es para siempre, tiene un tiempo de expiración.  

 

“Es algo pasajero”, “yo debería solucionarlo sin ayuda de nadie”, “si con dificultad le cuento a mis amigos lo que me pasa, menos lo haré con una persona desconocida”, “la terapia es para quien realmente la necesita, no para cosas pequeñas como la mía” son algunos de los argumentos más comunes que uno escucha de personas reticentes a considerar la terapia como una opción viable para sí mismas. Sentir que un problema no es tan severo o que se tiene la capacidad para afrontarlo por cuenta propia es grandioso, hay algunos baches en el camino que podemos sortear sin mayores complicaciones y otros que nos hacen dar vueltas como carrito chocón que se estampa reiteradamente con lo mismo, lo cual puede mirarse como un signo de que se necesita un abordaje diferente a lo cotidiano.

 

Entonces, ¿qué sí puedes esperar de la terapia?

  • Conversaciones guiadas por el objetivo de generar cambios
  • Mayor conocimiento de ti mismo
  • Formas alternativas de ver el problema y sus posibilidades de solución
  • Participación activa de tu parte
  • Confianza, aceptación y respeto por parte de tu terapeuta
  • Objetivos terapéuticos definidos de manera colaborativa con tu terapeuta para co-establecer un plan de intervención

 

Ahora que vas viendo que la terapia no es como la pintan, ¿qué cosas debes saber sobre tu potencial terapeuta además del costo por honorarios, ubicación y frecuencia de sesiones?

  • Formación y experiencia profesional:No es un interrogatorio minucioso sobre su CV, sino datos básicos que acrediten su ejercicio profesional: ¿en dónde se formó?, ¿se especializa en alguna área en particular?, ¿cuenta con estudios de posgrado?, ¿tiene experiencia tratando situaciones como la tuya?
  • ¿Bajo qué enfoque trabaja y cuál es su propuesta de intervención?Ojo, esta no es una pregunta ociosa en lo absoluto, pues dependiendo de su enfoque será la forma de intervenir tu motivo de consulta. Las vicisitudes de la vida se miran de forma muy distinta desde el Psicoanálisis, la Terapia Cognitivo Conductual, la Terapia Centrada en Soluciones, la Terapia Narrativa o la Terapia Corporal, por mencionar algunos.

 

Derrumbando Mito #3: Iniciar un proceso terapéutico no equivale a estar enfilado en un régimen nazi. Si no estás viendo los resultados que esperas en un plazo determinado, interrumpe el proceso: quizás te vendría bien cambiar de terapeuta o de enfoque clínico y eso sólo lo sabrás dándote la oportunidad de tomar el primer paso. ¿Quién sabe? Igual descubres que a ti no te va un análisis freudiano sino uno de terapia breve, o que tu estilo se acomoda más con un terapeuta que haga bromas de vez en cuando en lugar de uno que escuche con seriedad todo el tiempo.

 

Nota: Ten en cuenta que la relación entre tú y tu terapeuta es de vital importancia, tienes el derecho de sentirte cómodo con la persona que tendrás en frente durante un tiempo. No repares en expresar lo que piensas: los terapeutas estamos para apoyarte y entre más compartas tus inquietudes con nosotros, mejor.

 

Finalmente, a lo que apuntan estos y otros prejuicios es a un profundo desconocimiento sobre la terapia y la manera en cómo puede contribuir para aumentar tu bienestar en general, reforzar tu poder de decisión y el compromiso que tienes contigo.

Si pudieras mantener estas ideas en tu mente durante el futuro próximo, ¿qué efectos podría tener en tu vida?

No me resta más que invitarte a que des nuevos pasos hacia tu visión preferida de ti mismo y de lo que quieres para ti, pasos que te pueden dar el empujón que necesitas para reducir la ya gastada lista de año nuevo o para revalorarla y modificar unos cuantos propósitos sobre la marcha.

 

Silvia Reyes

Maestría en Terapia Familiar

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